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18 septiembre 2012

Tú, m.



La manera en que caminabas con las manos en los bolsillos.
La forma en que me abrazabas haciendo sonar todos mis huesos.
Tu mirada que escondía un mundo de sentimientos que ni vos conocías.
La palma de tu mano que tocaba la mía.
Tu escritura un poco vaga como tu personalidad lo era.
La costumbre de pellizcarme y reclamar que me defienda.
Los besos que eran más que besos.
Acariciar mi pelo sabiendo que era mi debilidad.
Descubrir mi estado con pocas palabras.
La sinceridad con la que hablabas.
Tu risa que retumba en mi oído queriendo recordar esos momentos.
Tu voz tan especial que todavía la recuerdo.
Hacerte abrir los ojos para que me muestres su color verde indefinido.
Saber tu nombre entero que se convierte ahora en un castigo.
Contarme todos tus días con tu singular sonrisa.
El sillón que era la excusa para poner en evidencia nuestro deseo.
Esos celos que nacieron en una escena un poco turbia.
Tus 'te quiero' contados como mis conversaciones iniciadas.
La confianza que teníamos de una amistad preciada.
Esos mordiscos que causaban dolor del lindo.
Esas despedidas terminadas en un nuevo encuentro.
Lo que provocaba tu risa siendo el detalle tan pequeño.
El miedo que no dejaba ver tu lado más sensible.
El juego de las cartas que ganaba y provocaba tragar tu orgullo.
Tu mal humor tan fácil de conseguir como así también tu enojo.
La cita frustrada terminando en tu casa conociendo a tus padres.
Tu felicidad resuelta en un esfuerzo de solución en los ejercicios.
Las ganas de empezar cosas nuevas, menos las ganas conmigo.
Escuchar tu música y tu canto, cual fuera la melodía que sea.
Las canciones que obligadas escuché enterradas en mi mente.
Cuando dijiste que uno no puede cambiar lo que siente por lo que piensa.


Ese viento que trajo un frío extraño recorriendo todo mi cuerpo,
anunciaba una historia con gusto a despedida que escribe con un punto su fin.
Las ganas de que vuelvas.
Las lágrimas que simplificaron las palabras no dichas.
Ese último gesto que estrujó aquél sentimiento.
El terror de que no desarraigue nunca ese suelo.
Decirte que te vayas y querer que no te fueras nunca.
Un adiós que me regalaste cuando mi alma ya estaba rota.




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